miércoles, 19 de agosto de 2009

Crónica urbana


Vender en buses el empleo de muchos

El libreto es el mismo todos los días: “primero que todo muy buenas tardes damas y caballeros, como pueden observar he pasado por cada uno de sus puestos haciéndoles entrega de un paquetito de gomas que se llaman Trululu, el cual viene con sabor a fruta. Damas y caballeros el precio es de dos por 300 para su mayor economía lleve los cuatro en 500. La persona de buen corazón y buena voluntad que me desee colaborar mi Dios se lo ha de pagar.”

Esta es la rutina de Ingrid Johana Medina quien trabaja desde las dos de la tarde hasta las siete de la noche, de lunes a viernes, vendiendo dulces en las rutas de buses de Circular Coonatra, Santra Belén y Laureles. Johana es de mediana estatura, usa Jean, una camisa verde, tenis blanco y casi siempre gorra para protegerse de la exposición solar; ella tiene 17 años y hace tres años vende en los buses. En las tardes está es su ocupación, porque en las mañanas ella cursa noveno grado de bachillerato.

Entró a éste trabajo porque una tía suya que también trabaja en lo mismo la ayudo a establecerse en la zona. Además con esta forma de rebusque económico puede llevar el sustento diario necesario para su hogar. “Yo en este trabajo me siento cómoda, no me siento explotada, tengo mis propios horarios y además me deja lo necesario para poder llevar plata a la casa”, Dice Johana. Quien quedó huérfana desde muy pequeña y ahora vive con dos hermanas menores, de las nueve que tiene, en la casa que les dejo su padre, en el Barrio La Sierra de Medellín.

En la tarde y bajo 30°, Johana llega al paradero de buses de la estación Exposiciones cargada de bolsas de Trululu; los que comprar en la cigarrería Los Pepes, ubicada en el Palo, Cada paquete de 100 unidades por un valor de 6000 pesos. Ella espera pacientemente su turno para subir a uno de los buses y poder hacer las ventas del día. Hasta que aparece el circular Coonatra ruta 301.
-Unicentro, UPB, Bulerías… Grita Johana para que los pasajeros que se van a montar al bus se alisten.
- ¿Hola? – Saluda al conductor, como si se conocieran de tiempo.
-¿Qué más pues?- responde él.
-¿Puedo trabajar? Pregunta ella para confirmar que sí se puede montar al bus.
- Hágale- Responde el conductor.

Al subir los pasajeros están callados, algunos dormidos y otros voltean la cara para ignorarla, Pero ella segura y confiada de su trabajo empieza a repartir sus gomitas y dice las palabras que ya tiene aprendidas de memoria para ofrecer su producto.

En Medellín son aproximadamente 25.000 vendedores informales los que viven de las ventas callejeras, del “rebusque” como muchos le llaman, por la falta de empleo y oportunidades que hay en la ciudad. Los vendedores en los buses son clasificados por la Subsecretaría del Espacio Público de la ciudad, como vendedores informales ambulantes, debido a que se encuentran transitando continuamente y que además cargan con el producto en sus manos.

La saturación de estas ventas callejeras ya hace que entre los mismos vendedores se “pisen la manguera” como ellos mismos dicen y se den agresiones irrespetuosas entre ellos, ahora existe una competencia que tiende a crecer cada día.

Los vendedores en buses que hacen la ruta entre la estación Exposiciones y el Ley de la 33, ya una vez intentaron dar un orden a sus turnos y poder equilibrar las oportunidades laborales de todos, para que las rutas que fueran equitativas para todos.

La idea fue de “Osama” el más viejo de todos los venteros de las rutas, quien lleva 14 años haciendo estos recorridos. Él trato de organizar a todos vendedores de las rutas con chalecos que los identificaban, un carné con el nombre incluido de cada vendedor, las rutas que se hacía. El propósito principal de esto era respetar el turno que le toca a cada vendedor, Pero como comenta Juan igualmente vendedor “los más viejos se aprovechaban del tiempo que llevaban aquí y no le dejaban a nosotros, los más nuevos, casi rutas.” La iniciativa de los chalecos fracaso y ahora se maneja la ley del “móntese en el que pueda y como pueda”.

Ahora todos esperan en los paraderos “cantando” buses (gritando a donde se dirige cada bus) y defendiendo su territorio de “ruteros” (los cuales son los que pasan de bus en bus recorriendo toda la ciudad y ofreciendo sus productos en zonas que ya fueron tomadas por otros vendedores). A pesar de la competencia que existe en el medio de trabajo, se siente confiados porque por más mal que les vaya pueden llegar a tener una ganancia de aproximadamente 20.000 pesos en el día.” En días buenos me he llegado a ganar hasta 65.000 pesos”, asegura Johana.

Con sus jornadas de trabajo diarias en un mes pueden llegar a tener mayores ganancias equivalentes a más de un salario mínimo mensual. Con estas ganancias Johana mantiene su hogar y de vez en cuando puede gastar en cosas para ella.

Sin embargo Johana piensa más allá y por eso es que estudia, porque aunque sabe que su futuro será difícil, no se va a rendir sin intentarlo.
-¿Qué quiere estudiar cuando salga del colegio? Le pregunto.
-Es un sueño que yo creo que nunca se me va a hacer realidad, ser azafata de aviones. Pero esa carrera es para ricos- asegura Johana.
Sus sueños no terminan ahí, porque ella tiene más opciones. “entonces me gustaría ser psicóloga o cirujana. Aunque me da nervios entrar a un mundo universitario, con tanta gente. Me tengo que enfrentar a esto para cumplir mis sueños.” Afirma Johana.

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